Ella era una de sus criadas; él, uno de los mejores pintores de Amsterdam, ya viudo. Fueron pareja (ya que no se casaron) hasta la muerte de ella por enfermedad.
Rembrandt pintó a Hendrickje muchas veces. En su libro sobre el pintor ("Los ojos de Rembrandt"), Simon Schama afirma que muchos de esos retratos son atípicos. Se trata de desnudos o semi-desnudos, en una sociedad donde la carne de la mujer sólo se aceptaba si tenía algo que ver con la Biblia (Dalila, María Magdalena) o con la historia. En los cuadros de Hendrickje, no hay excusa bíblica; es ella misma.
Mujer bañándose (1654) es eso; un desnudo (o semi desnudo) pero algo más. Algunos autores dicen que Hendrickje está apoyando los pies tentativamente en el río, tal vez de lecho inestable. Simon Schama afirma, y es la interpretación que más me gusta, que en realidad ella está mirando su propio reflejo y sonriendo. Afirmándose como persona.
Técnicamente, el cuadro es perfecto. Las pinceladas en la zona donde las piernas tocan el río son sueltas y en algunas zonas, tan sueltas que parecen casi sin terminar. No es de extrañar que los impresionistas tomaran a Rembrandt como modelo. Este cuadro es hermoso y, al mismo tiempo, inexplicablemente moderno.
Para todos los que vayáis a Londres: parad en la National Gallery, entrad (la entrada es gratis) y buscad la sala. Allí, al lado de un conmovedor autorretrato de Rembrandt un año antes de morir, está Hendrickje con su blanca combinación. Los colores son tan vivos, tan diferentes a todas las fotos. Hendrickje se mira mientras nosotros la miramos. La admiramos. Le admiramos.
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