jueves, 27 de marzo de 2008

Semana Rembrandt (III): Autorretrato como San Pablo (1661)

Han pasado casi veinte años desde "La ronda de noche". Rembrandt ha vivido muchas cosas. Saskia, su mujer, había muerto. Rembrandt comenzó una relación sentimental con Hendrickje, una antigua sirvienta, con la que tuvo a su hija Cornelia (recordad aquel bello cuadro de Hendrickje entrando en el río que ya hemos visto en este blog). Se arruinó en 1656 y tuvo que dejar su bella casa (hoy museo Rembrandt) por una más humilde en el Jordaan, un barrio de trabajadores.

Pero Rembrandt continuó pintando y, a veces, recibiendo importantes encargos, como el que veremos mañana: "El síndico de los pañeros".

Rembrandt no sólo pintaba encargos, sino tambien autorretratos, siendo uno de los pintores que más desarrolló el género. Durante toda su vida, pintó 80 cuadros y 20 aguafuertes sobre sí mismo. Por lo tanto, tenemos una evolución total sobre él: desde que se representaba como un joven orgulloso y con ambiciones, hasta los autorretratos cargados de pesadumbre y del peso de la vida en sus últimos años.

Aquí os dejo una pequeña evolución de Rembrandt:

























Sin embargo, es de éste último del que os quiero hablar, que es el que está expuesto en el Rijksmuseum: Autorretrato de Rembrandt como San Pablo.


Rembrandt era una persona de marcado sentido lúdico, y le gustaba disfrazarse en sus autorretratos: hay algunos suyos vestido de militar, como un sátrapa árabe o como un caballero el siglo XVI. Pero disfrazarse no es simplemente ponerse unas ropas o un cuchillo, o un escudo: para Rembrandt, es realmente entrar dentro de la psicología del personaje.
En este cuadro, Rembrandt se nos presenta como San Pablo; no como el santo serio, sino como un personaje burlón, que mira al espectador. Visto así, no parece que hay mucho más que contar sobre el cuadro. El turbante está brillantemente pintado, y la carne parece una amalgama, no está definida.
Lo impresionante es la expresión, los ojos que no te abandonen. Allí delante, frente al cuadro, sentía que no me podía ir. Que Rembrandt se había plasmado a sí mismo, lanzando un desafío al mirón: "¡mírame!¡Éste soy yo! Sonrío a pesar de todo. ¿Quieres conocerme? ¡Mírame!"

Y por esta razón este cuadro atrapa a todo el que pase por delante, como una araña al acecho. Os advierto que tengáis cuidado, que ocurre. Me pasó lo mismo frente a su otro autorretrato de vejez, el que está más arriba, en la National Gallery de Londres. Hay Rembrandts sueltos por el mundo que os desafían a mirarlos y a conocerlos. Tan sinceros que estremecen.






miércoles, 26 de marzo de 2008

Semana Rembrandt (II): La ronda de noche


Este cuadro fue pintado en 1642 por encargo de una compañía de arcabuceros voluntarios, los kloveniers, destacados miembros de la ciudad que servían en la milicia urbana. En realidad, el título del cuadro no es correcto. Fue el crítico Joshua Reynolds el que se lo atribuyó, ya que el cuadro estaba sucio y parecía que la escena ocurría de noche. En realidad es de día, pero los miembros de la milicia salen de un arco que está en la oscuridad y un potente rayo de sol los ilumina.

¿Cuál es, en primer lugar, el gran éxito de Rembrandt en este gigantesco cuadro? La composición. Es difícil reunir tantos retratos en un solo cuadro sin que parezca aburrido o desprovisto de vida. Tenéis que imaginar que es una foto del colegio, en la que si todos nos ponemos en fila formaremos una composición aburrida. Casi ningún otro pintor holandés de la época fue capaz de crear composiciones dinámicas y originales para estos cuadros compuestos de muchísimos retratos. El único que se acerca a Rembrandt es Franz Hals. En el cuadro a continuación, se ve muy claro:

Este cuadro fue pintado por dos manos: a la izquierda, Franz Hals. Las figuras interactuan, parecen menos fijas. A la derecha, Codde, típico pintor neerlandés. Es a lo que me refiero: la pintura de la derecha con sus figuras todas a la misma altura, estáticas, es lo que se hacía en el arte holandés. Volved al cuadro de Rembrandt. Es casi un teatro callejero: la compañía sale triunfante de un desfile a través de un arco. Hay un perro, niños correteando, un soldado que carga un mosquetón, otro que sonríe, el capitán Banning Cocq ordena a su teniente que organize la marcha. Hay ruido, canciones, juramentos. En el cuadro hay vida. Es un fotograma congelado en el tiempo.

Otra de las virtudes de Rembrandt es que su cuadro nos presenta tipos sociales distintos. Tenemos al capitán y al teniente (los dos en primer plano), miembros de la clase alta. Por detrás, los arcabuceros fanfarrones, de clase más baja. Los niños, que forman parte del pueblo.

Atención a varios detalles. El primero, la niña que corretea entre los soldados con un pollo colgando.
Durante mucho tiempo se pensó que era un fantasma, una sombra o algo así. Es uno de los focos de luz. Al darse cuenta de que la ronda no es nocturna, se ha identificado a esa niña como una de las mascotas de la compañía, ya que va vestida de los colores (dorado y azul) de ésta. Como si fuera con una camiseta de fútbol, vamos. El pollo, con sus garras, es el símbolo del valor de los arcabuceros. Lo que sí es curioso, es que la niña lleva los rasgos de la esposa de Rembrandt, Saskia, que había muerto ese mismo año.

Otro detalle: el cuadro es mucho más grande. En 1715 se trasladó a otro lugar y se cortó una parte. El capitán del cuadro, Banning Cocq, había encargado una copia para él, y así podemos saber cómo era en realidad (esta copia también está en el Rijksmuseum).

Las banderas no estaban tan cerca del final del lienzo y el cuadro en sí es mucho más espacioso.

Un último detalle: en estos cuadros, cada retratado pagaba una parte proporcional. Pero hay alguien del que sólo aparecen los ojos que no pagó. Mirad entre el hombre del casco y el de la bandera. Unos ojos inquietos se asoman; encima, lo que parece una gorra de pintor. Muchos han apuntado que Rembrandt quiso incluirse en su gran obra. Es un detalle que me parece precioso.

Edito para añadir que los detalles del cuadro son magníficos. Ampliad la imagen completa. La sombra de la mano del capitán es magistral. Y en la manga del teniente, el que va vestido de dorado, esa especie de borlas que lleva son casi tridimensionales.
(Lo único malo del cuadro es que en Holanda y fuera de ella es casi una institución, entonces está lleno de gente, y cuesta concentrarse en los detalles. Aunque hay que reseñar que una de los vigilantes no dejaba hablar más alto de lo debido. Menos mal).
En esta foto (que no es mía), veis el tamaño del cuadro y las multitudes alrededor:

martes, 25 de marzo de 2008

Semana Rembrandt (I): Mujer mayor leyendo

¡Hola a todos! Ya repuesta del frío de las vacaciones (incluso nevó), vuelvo con nuevos ánimos y con la idea de dedicar esta semana enterita a Rembrandt, y así comentar los cuadros que he visto en directo.

A lo básico, vamos: Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669), uno de los mayores y mejores pintores no sólo holandeses, sino mundiales.
El Rijksmuseum de Amsterdam (en eternas obras de restauración) posee una de las mejores colecciones de Rembrandt del mundo. He escogido algunas de las obras que ví, para dar una idea de la evolución del pintor.

La primera etapa en la vida pictórica de Rembrandt ocurre en su ciudad natal, Leiden (1625-1631). Pinta obras esencialmente religiosas y de pequeño formato. Tengo que confiaros que, cuando las ví, me decepcionó un poco. ¿Éste es mi Rembrandt?, pensé. Pero luego comprendí que tenía que ser así, que para ser lo que fue, tuvo que empezar pintando obras normalitas.

De este periodo, tengo que destacar "Mujer mayor leyendo, probablemente la profetisa Hannah", 1631 (Rijksmuseum). Si pincháis, podéis ampliar el cuadro.


Parece ser que en este cuadro, Rembrandt se basó en su madre. La profetisa Hannah es, según la Biblia, la que reconoce a Jesús cuando éste es presentado en el templo. Rembrandt escogió un momento anterior, en el que ella lee continuamente su libro sagrado. El cuadro es maravilloso, especialmente por un detalle: la mano que lee. Al igual que muchas personas no habituadas a leer, Hannah sigue su lectura con su diestra, llena de arrugas, portentosas arrugas que parecen vivas, iluminadas por el único foco de luz que entra en el cuadro. Su cara no importa, está en la oscuridad; es la portentosa mano que ha pintado Rembrandt la que capta toda nuestra atención.

Una nota final: uno de los grandes fetiches de Rembrandt eran los libros. Aparecen por toda su obra, siempre con un tratamiento muy personal. Como en este cuadro.

P.D. Para intentar mejorar este blog y adaptarlo a vuestros gustos, he colgado una pequeña encuesta, arriba a la derecha. Podéis escoger varias posibilidades. Gracias por contribuir.