viernes, 19 de octubre de 2007

Los persas, de Calixto Bieito



Y así debería llamarse la obra, no, falsamente, "Los persas", de Esquilo, dirigida por Calixto Bieito (que es como la anunciaban en el teatro).


En los inicios del teatro, estaban "Los persas". Representada por primera vez en el 472 aC, se trata de la obra de teatro completa más antigua que se conserva. Narra la llegada a la corte persa de las noticias sobre el aniquilamiento de su ejército frente a los griegos. Es una obra sobre la famosa hubris, el orgullo desmesurado que los dioses castigan.

En la adaptación-relectura-reescritura de Bieito, la hubris se limita a un par de gritos: "¡somos invencibles!", chillan los soldaditos españoles en Afganistán. Y poco más, aparte de que la protagonista se llame Jerjes. Para conservar tan poco de la obra original, me hubiera gustado que Bieito hubiera tenido el valor de borrar el nombre de Esquilo del cartel.
¿Y qué pasa entonces en la obra? Que una soldado llamada Jerjes está en Afganistán con sus colegas, que tocan rock, hablan de pollas y culos y adoran los aviones americanos. Quieren matar, pero se horrorizan cuando ven cadáveres. Y llevan muñequeras con la bandera española.

¿Epatar? ¿A estas alturas ya del siglo XXI? Ya no asombra ese lenguaje en el teatro, ni siquiera que toquen canciones rock que digan "alístate". En vez de sorprender por el contenido, Bieito intenta sorprender por el montaje, lo que ni siquiera consigue.

En resumen, la obra es lenta, muy sobreactuada (sobre todo por parte del padre de Jerjes, que ve en la televisión los partidos del Atletic esperando a su hija). El guión es ridículo y falto de fondo. Si Esquilo sigue siendo representado hoy en día, es porque es un clásico, que resiste el tiempo. Yo no le doy muchos meses a esta obra.

Y para los que de verdad aman el teatro, os proponemos la biografía de Esquilo, el primero de los tres grandes dramaturgos griegos. Leed sus obras, bárbaras, ingentes y maravillosas:

Esquilo, (en griego antiguo: Αισχύλος, Aiskhúlos) (Eleusis, 525 adC – Gela, 456 adC), dramaturgo griego. Predecesor de Sófocles y Eurípides, es considerado como el creador de la tragedia griega.
Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Éleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas.Fue uno de los «Maratonianos»; luchó en las guerras promovidas contra los Persas en la batalla de Maratón 490 adC, en las de Salamina 480 adC y, posiblemente, en la de Platea.
Alguna de sus obras, como Los persas 472 adC, y Los siete contra Tebas 467 adC, son el resultado de sus experiencias de guerra. Fue, también, testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En Los suplicantes 490 adC, puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del poder del pueblo, y la representación de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. En Las Euménides 478 adC, se apoya la reforma de Efialtes 462 adC, transferencia de los poderes políticos del Areópago al Consejo de los quinientos.
Se le acusó de haber revelado los misterios de Eleusis, por lo que fue juzgado y posteriormente absuelto.
Viajó a Siracusa Sicilia, invitado por el tirano Hiéron, para el que produjo Las mujeres de Etna en honor a la nueva ciudad de Etna que éste había fundado, y puso, de nuevo, en escena, Los persas. Tras la representación de la Orestíada 458 adC, volvió a visitar Sicilia, donde murió en Gela, entre 456 adC y 455 adC.
Tuvo un hijo, Euforión, que, como él, fue un poeta trágico.
Escribió 82 piezas (algunas fuentes las cifran en 90), consiguió su primera victoria en composición dramática en el 484 adC, siendo sus rivales Pratinas, Frínico y Quérilo de Atenas. Sólo fue vencido por Sófocles en el año 468 adC.
De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas y presentadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional ya que era costumbre que las obras de los autores fallecidos no se pudieran presentar al agón.

De toda su obra sólo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas, y sustanciosos fragmentos de otras tantas.
Esquilo era muy dado a condensar sus obras en trilogías ligadas, que trataban sobre algún tema en particular, aunque cada parte conservaba su sentido completo y podían ser perfectamente representadas por separado. Los primeros tres dramas de una secuencia de cuatro dramatizaban episodios consecutivos del mismo mito y el drama satírico que seguía contenía una historia relacionada con los mismos. En los concursos dramáticos se representaban tres tragedias además de un drama satírico, con el que se relajaba la tensión del público. Tras su época, la trilogía ligada quedó como una opción ocasional, mientras que muchísimas puestas en escena consistían en cuatro dramas independientes.

Los persas (472 adC), Los siete contra tebas y Las suplicantes son dramas de dos actores ya que fue Esquilo el que introdujo el segundo actor en escena, disminuyendo la intervención de los coros, y haciendo posible el diálogo y la acción dramática. Los diálogos principales son fundamentalmente entre personajes y coro con una gran variedad de esquemas estructurales y un ritmo de acción más bien lento. Éste es uno de los rasgos principales del arcaísmo del teatro de Esquilo.
En la Orestíada (Agamenón, Las coéforas, y Las euménides), Esquilo dispone de skene, de ekkylkema, de mechane y de un tercer actor, como vemos en la escena del Agamenón en la que aparecen en un agón Agamenón y Clitemnestra, estando presente, en silencio, Casandra.
El interés central de los dramas de Esquilo se halla, principalmente, en la situación y en su desarrollo, más que en los personajes. El personaje que ha sido más trabajado por el autor es Clitemnestra en la Orestíada.
Los coros esquileos casi siempre gozan de una personalidad fuerte y peculiar, sus palabras, junto a la música y la danza, contribuyen a llamar la atención sobre los profundos temas del teatro de Esquilo, determinando el tono de todo el drama. Los coros esquileos tienen, a menudo, una importancia sustancial sobre la acción. Las Danaides y las Erinias son, de hecho, las principales protagonistas de sus dramas.

El estilo lírico de Esquilo es claro pero con una fuerte tendencia a lo arcaico y con rasgos hómericos. Sobresalen, al presentar modelos de lenguaje y de imágenes, metáforas, símiles, campos semánticos determinados, elaborándolos hasta los detalles más mínimos y manteniéndolos a lo largo de todo el drama o de la trilogía.
Otra característica peculiar, es el decoro trágico, el protagonista tiene que expresarse como lo que es, por ejemplo, en el caso de Agamenón, éste debe hablar como lo haría un héroe trágico.
También es audaz, y está dotado de una gran imaginación a la hora de aprovechar los aspectos visuales de sus dramas. El contraste entre el vestido de la reina persa al entrar en su carroza y la vuelta de Jerjes vestido sólo de harapos; la caótica entrada del coro en Los siete contra Tebas; Las Danaides de aspecto africano, vestidas exóticamente, su enfrentamiento con los soldados egipcios, la alfombra púrpura que llevará a Agamenón a la muerte, Las Erinies en escena, la procesión que concluye en la Orestíada etcétera, demuestran su dominio de la técnica teatral y la escenografía.

El sufrimiento humano es el tema principal en el teatro esquileo, un sufrimiento que lleva al personaje al conocimiento (recordar la máxima del pathei mathos, el conocimiento a través del sufrimiento) y que no está reñido con una fuerte creencia en la justicia final de los dioses. En su producción el sufrimiento humano tiene siempre causa directa o indirecta en una acción malvada o insensata que conduce a la desgracia de los protagonistas pero que puede haber sido heredada por los mismos. Es fundamental, a este respecto, la fuerza del genos, de la herencia de la culpa y de los lazos de sangre, que provoca que las faltas de los antepasados sean heredadas por los protagonistas míticos actuales como ocurre con el enfrentamiento entre Atreo y Tiestes que empaña las existencias de Agamenón, Egisto y, más tarde, de Orestes. Por lo tanto, en ocasiones, se trata de víctimas indirectas que, a veces, incurren ellas mismas en una culpa mayor o menor, pero de las que muchas son completamente inocentes.

Un elemento clave en el teatro esquileo es la sustitución, en la escena final, de la persuasión en lugar del empleo de la violencia; como vemos en la Orestíada. Casi siempre, los dioses, son severos e implacables y los mortales se encuentran prisioneros, sin esperanza, pese a que puedan elegir cómo afrontar su propio destino. En sus últimas producciones, sobresale un concepto diferente de la divinidad, como ocurre en la Orestíada donde los dioses del Agamenón y de Coéforos se convierten en Euménides, en responsables y afectuosos protectores de los mortales que lo merecen.

Esquilo está muy interesado en la vida comunitaria de la polis y todas sus obras conservadas tienen aspectos visiblemente políticos. Parece ser un gran defensor de la democracia, un mundo cuyos elementos aparecen por primera vez en Las suplicantes. En todos los dramas de Esquilo aparece el contraste entre el individuo potente y dedicado a sus intereses, así como al control del estado, y cuyos actos, frecuentemente irresponsables, amenazan con arruinarlo, y la comunidad, que debería tener el control de sí misma y cuyas acciones colectivas aseguran la salvación general.

Obras:
Los persas (472 adC)
Los siete contra Tebas (467 adC)
Las suplicantes (463 adC)
Orestíada (458 adC) que comprende: Agamenón, Las coéforas, Las euménides.
Prometeo encadenado (autoría en discusión) .

Fuente: Wikipedia.


No hay comentarios: